Gran parte de los escritos antiguos, relatos, cantos, composiciones, tragedias, dramas, comedias, etcétera, se perdieron en los años subsecuentes a la expansión del cristianismo.
Casi toda la obra clásica fue clasificada como pagana pues no representaba al nuevo paradigma imperante.
La literatura medieval, como se le conoce a los trabajos realizados entre la caída del Imperio Romano de Occidente y el Renacimiento, son mayormente escritos religiosos de diversa índole, desde los más sagrados hasta los más profanos.
Al contrario del periodo anterior, cuya obra logra adjudicársele a un poeta en particular, en esta época, casi todas las obras son anónimas pues el término de autor no era importante, sino únicamente el mensaje divino que la obra constituía.
Gran parte de los himnos escritos en esta época son litúrgicos. Considerando que en este periodo la liturgia no estaba establecida, muchos de los autos competían entre sí para establecer su himno por sobre otros.
De todas formas, los estudiosos religiosos de la época, como Santo Tomás de Aquino o Anselmo de Canterbury, desarrollaron una obra que hoy puede considerarse, de alguna forma, como literatura de la época, aunque tomando todas las distancias posibles.
Más cercano a lo que existe en la actualidad podemos podemos encontrar los escritos profanos, una literatura laica escrita por un sinfín de autores, asimismo por mujeres, que trataban temas religiosos desde un punto de vista completamente diferente al del clero.
El amor cortés, a la vez, cobra importancia, así como la épica y cierto heroísmo, que provenía de campañas religiosas como Las Cruzadas. Muchos de estos escritos lograron traspasarse por tradición oral, un rasgo característico de esta época.